sábado, octubre 21, 2006

Arturo Alape, por el cronista José Navia

Arturo Alape,
el cronista José Navia recuerda al desaparecido escritor
José Navia, Editor de Reportajes de EL TIEMPO
Este documento
que hace parte de una serie que estamos publicando
con motivo del cumpleaños de Arturo el próximo 3 de Noviembre,
día en el cual
en Cali, en la Biblioteca del Centenario,
se realizará un significativo evento de recordación y homenaje al Maestro.
Octubre 21, 2.006
Foto de Lecturas Fin de Semana (El Tiempo impreso .com).
Octubre 21, 2.006
Arturo Alape, el cronista José Navia recuerda al desaparecido escritor
José Navia
, Editor de Reportajes de EL TIEMPO
LECTURAS FIN DE SEMANA, EL TIEMPO, Octubre 21, 2.006
eltiempo.com / tiempoimpreso / edicionimpresa / lecturas, Octubre 20 de 2006
Fuente
Foto ampliada
A la derecha un fragmento de la primera página de Lecturas. ---->>>
El investigador falleció hace pocos días en la capital, luego de soportar una triste enfermedad durante varios meses.

No fueron las balas de oscuros gatilleros, ni la tristeza histórica -que decía padecer desde hace varios años- las que cerraron el ataúd de Arturo Alape. De los primeros recibió sufragios y avisos de muerte que lo obligaron al exilio en dos oportunidades. Pero no fueron sus enemigos quienes se lo llevaron el 7 de octubre. Fue la leucemia. Esa enfermedad lo acorraló durante 7 años y le disminuyó fuerzas para la embosca final. La respuesta del escritor, desde que supo de su dolencia, fue intensificar sus jornadas de trabajo y sus ganas de vivir. "Comencé la nueva novela, tengo planeado una exposición de mis pinturas el año próximo, cada comienzo de la noche abrazo a mi hija Paloma y todos los días pienso en alargar los pasos de la vida", dijo, en el 2005, en una entrevista a raíz del lanzamiento de un libro.

En sus últimos años, Alape escribía como si se fuera a morir. De hecho, seis de sus 23 libros corresponden a la época de su enfermedad. El último de ellos, El cadáver insepulto, llegó a las librerías a mediados del año pasado. Es la historia de una mujer que libra una valerosa batalla por esclarecer el crimen de su esposo. El mismo Alape describía esta obra como una novela histórica con estructura narrativa policíaca.

Alape, que en verdad se llamaba Carlos Arturo Ruiz, era un caleño de 1.939. Adoptó el apellido como un homenaje a Jacobo Prías Alape, líder agrario, fundador de las guerrillas campesinas que dieron origen a las Farc, asesinado en Gaitania (Tolima), en 1960. Alape participó con intensidad en las protestas obreras de mitad del s. XX. También amaba los boleros, el son cubano y la salsa. Entre sus recuerdos más palpables de juventud estaba el de los antiguos bailadores caleños de salsa, de apaches blancos y pantalón botacampana. Por eso, a nadie le extrañó que Katia, su ultima compañera, y Manuel, su hijo, también historiador, instalaran una grabadora a pocos metros de su ataúd, en la sala de velación. Fue una manera de prolongar las tertulias que el escritor organizaba en la sala de su apartamento, en el barrio La Soledad.

Con El 19, de Alberto Beltrán, su favorito, comenzó la serenata final. "0ooye, lo que quiero decirte... fechas hay en la vida, que nunca podemos, jamás olvidar...". Alrededor de su cajón, sus amigos, porque tenía la fortuna de tener varios y de los verdaderos, recordaron las aventuras políticas que compartieron como militantes del Partido Comunista, los allanamientos, las detenciones y la partida del aquel muchacho desgarbado hacia el monte, con la ilusión de cambiar el mundo. También recordaron su regreso a la ciudad, tres años después, desilusionado por las urgencias de sangre que impone la lucha armada.

Instaló entonces su carpa en otro campo de batalla. Se convirtió en un emotivo biógrafo de 'Manuel Marulanda' y de la Farc, pero con el tiempo adquirió una distancia suficiente y necesaria, hasta el punto de no justificar, en esta época, ninguna guerra. Como escritor, periodista e historiador, Alape dio cuenta de la historia no oficial del conflicto colombiano durante más de 50 años, con las consecuencias que eso tiene. Además, dejó una obra pictórica en la que se ven zaguanes de las barriadas de Cali, rostros de barrio obrero y calles e interiores de casonas de La Habana, donde vivió su primer exilio.

Hace tres años, la U. del Valle le reconoció sus méritos con un honoris causa en literatura. En las últimas semanas, recibió homenajes del Concejo de Bogotá, de sus alumnos, de sus amigos que abarrotaron el teatro La Candelaria, otro de sus hogares, y, finalmente, de quienes llegaron a la sala de velación para participar en la tertulia final alrededor de su féretro. Sin misa ni rezos. Porque el día de su muerte, a Alape no lo velaron, sino que lo recordaron.