jueves, octubre 12, 2006

HASTA SIEMPRE ... . DE KATIA. Otros textos

H A S T A S I E M P R E
DE KATIA
De: KATIA aalape3@yahoo.es
Enviado el: Jueves, 12 de Octubre de 2006 03:15 p.m.

Queridos amigos y amigas:

Después de nueve días de hospitalización en la Clínica Jorge Piñeros Corpas, Arturo se despidió definitivamente de este mundo el sábado 7 de octubre, a las 11:00 PM. El jueves de la semana pasada con una voz desvanecida, me dijo: “escribe un mensaje a mis amigos y cuéntales sobre mi situación de salud” y agregó “agradéceles el gesto solidario en el homenaje del Teatro La Candelaria”. La delicada situación de salud que se fue agravando día a día, no me dio tiempo de avisarles. Sé que muchos de ustedes se enteraron por amigos o por el periódico en Internet.

Arturo ingresó a la Clínica el 28 de Septiembre para someterse a quimioterapia intravenosa. El medicamento costoso, Glivec, que tanta esperanza depositamos en él, por el estado tan agudo de la enfermedad no aportó nada, más bien trajo desesperanza. Desde el martes en la tarde empezó un duro proceso para Arturo porque en su organismo se desencadenó una falla multisistémica. El viernes en la noche fue reanimado y el día sábado lo acompañamos minuto a minuto hasta el desenlace. A las 10:45 de la noche se despidió su hija Paloma, y en los quince minutos siguientes lo acompañamos Olga Restrepo, su segunda esposa, y yo.
Un acto amoroso de despedida.

Nuestros queridos amigos, se me fue el amor de la vida; fue una gran experiencia humana haber compartido con él, conocer al ser humano, al intelectual con profundas convicciones. La gran tarea de aquí en adelante es dimensionar el gran legado que nos dejó Arturo Alape y en esta tarea quisiera contar con ustedes.

Para ustedes el gran abrazo de la montaña y el río que Arturo acostumbraba a enviar.

Katia

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ARTURO ALAPE
Por Isaías Peña G.
http://apuchayas.blogspot.com/2006/10/arturo-alape.html lunes, octubre 09, 2006
Agradecemos a Carlos González Gómez
casa_de_citas1992@yahoo.es el envío del texto (Oct. 12/06)

Me costó mucho trabajo aprender a decirle Arturo Alape, porque siempre le decía por su nombre propio: Carlos. Pero alguna vez, de manera indirecta, me preguntó por qué no podía decirle yo como figuraba ya en sus tantos libros. Y ahora que había aprendido a decirle Arturo, se ha muerto. Ha muerto el 8 de octubre, como si quisiera conmemorar la muerte del Che Guevara. Se puede estar riendo y se sentirá orgulloso. Su devoción por la revolución del hombre nuevo siempre fue intrasferible. Nos conocimos al comienzo de la década del 70, fundamos el grupo Punto Rojo, de carácter literario y político, me enseñó lo que era la militancia en su Partido Comunista, hicimos la revista Punto Rojo, logramos sacar varios libros con ese sello editorial, luego nos separamos un poco, entre otras cosas por razón de sus exilios, le hice algunas entrevistas y escribí unos artículos sobre sus cuentos, que se publicaron en la prensa nacional y de provincia, y luego la vida y la fe en un futuro más justo para el hombre, nos mantuvo unidos, hasta su muerte a causa de una leucemia que enfrentaba desde hacía más de una década.
Le debo haber conocido a Cuba en 1976, pues en 1975, cuando él fue jurado del Premio Casa de las Américas, me recomendó con Roberto Fernández Retamar.
Sus libros son muchos y muy importantes, de literatura, de testimonio, de historia. Y jamás podré olvidar su obsesión maestra por las revolución socialista, por una democracia que jamás hemos tenido en el país, sus ataques a la intolerancia, que siempre instrumentó con su recia ironía, con su humor negro, con la única arrogancia admisible: la de la voluntad popular.
Hoy en la dolorosa partida, tres de sus cuatro mujeres lo despidieron, como su hijo Manuel y su hija Paloma, con un llanto inconsolable: Olga Restrepo, Olga García y Katia, la joven que lo sobrellevó en su último exilio y en su larga agonía. Teresa, su primera esposa, se había despedido de él el viernes 6 de octubre, antes de viajar a Cuba.
El ritual fue secular, con un texto escrito para la ocasión por él mismo, con las palabras de sus amigos y con una tanda de boleros interpretados por la Sonora Matancera.
La muerte de Carlos, de Arturo, me ha impresionado, y me ha sobrecogido el terror de saber que los recuerdos que compartíamos, ahora se dividen irremediablemente. El río no puede devolverse, es lo que siento. Y me entra el pavor.
No lo pensé así en San José del Guaviare, cuando Benhur recibió, a la hora del desayuno, la noticia de parte de Sara. Sabía que tenía que morir porque su lucha había sido larga e intensa. Hoy se que es la historia de nuestro pasado, de lo que teníamos en común desde cuando jóvenes tratábamos de construir por el país, lo que se ha partido. ¿A quién recurriré para preguntarle por las cosas que ocurrieron a nuestro alrededor? La desventura del tiempo es el olvido, a ese que él quiso ponerle coordenadas en muchos de sus libros.
Y me engañó porque creí que volvía a salvarse de nuevo, como tantas veces antes, luego de sus trasfusiones. Debía verlo la semana entrante; y ya con su muerte el olvido se encargará de nosotros. (Por eso lloro).
posted by Isaías @ 10:28 PM